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domingo, 7 de febrero de 2010

Capitulo 1 - B

Era un cuarto oscuro, la luz que desprendía la bombilla, colgada del techo, no alcanzaba a alumbrar toda la habitación. El piso era de madera, estaba lleno de cajas, colillas de cigarro, y justo debajo de la pendulante ampolleta, una mesa y cuatro sillas… Sobre una de estas, yacía un bulto llamado Alejandro. Detrás de Alejandro –que dormía profundamente– entra un hombre pálido, de lentes redondos y melena de un color castaño, bastante alborotada, traía consigo una frazada, y en su boca un cigarro.

El humo del cigarro se trasluce bajo la luz de la ampolleta, el olor invade la oscura habitación y la nariz de Alejandro, que despierta precipitadamente.

– ¡Uff! Pareces un perro de la calle, toma abrígate con esto-. Sentencia con tono burlesco el hombre del cigarro, pasándole la frazada que traía bajo el brazo.

Alejandro medio desconcertado, y aun bajo el efecto del sueño, balbucea unas palabras, y se abriga con la frazada. No entendía nada de lo que había sucedido, no sabía dónde estaba, ni quiénes eran, ni qué es lo que querían.

El hombre de lentes, se sienta sobre una de las sillas –la que está en frente de Alejando–. Su cigarro ya se había acabado, lanza la colilla en un acto repentino, y del bolsillo al interior de su chaqueta saca una cajetilla –blanca y roja, llevaba una inscripción que destacaba “Marlboro” –, la cual deja sobre la mesa.

– De seguro te preguntarás quienes somos–. Sentenció el mismo hombre.
– ¡¡¡¿Qué?!!! ¡¡¡¿Por qué me tienen acá?!!! ¡¡¡AYUDA!! –. Dijo Alejando ya despierto, y cada vez más preocupado y angustiado.
– ¡¡Pareces una Niñita!! –. Hace una pausa... –¡¡¡Beto!!! ¡¡¡Ya Despertó!!! –. Grita fuertemente.

Desde la oscuridad, entra el hombre que había perseguido por las calles a Alejandro… Cabello canoso y alborotado, vestía un traje azul y camisa blanca, la luz se reflejaba en el brillo de sus zapatos. Miraba fijamente a Alejandro, meditaba cada segundo que pasaba y hacía de estos una eternidad.

– El hecho de que le hayamos tenido que raptar, “prácticamente”, se debe a que usted ha sido elegido por una elite de músicos...
– ¿Estás seguro?, a mí me parece bastante feo, ¿no lo crees? –. Dijo el hombre que fumaba, esbozando una sonrisa burlona.
– Ha pasado bastante tiempo… tal vez él sea a quien buscamos
– ¿De qué están hablando? ¿Elegido? ¿Por quién? ¿Quiénes son? –. Replica Alejandro.
– Le diré quienes somos, sin mayor rodeo: Me llamo Ludwig Van Beethoven, y el joven que está fumando frente a usted es John Lennon, creo que lo debe conocer–. Pronuncia suavemente, haciendo un ademán con la mano derecha.

Lo cierto es que Alejandro sí conocía a John Lennon. Su padre –un señor rechoncho de piel trigueña, ojos pardos, y siempre vistiendo un suéter de color azul marino– Era fanático de "Los Cuatro Grande de Liverpool” (The Beatles), por tanto creció viendo las fotos de Paul, Ringo, George, y por supuesto de John. Pese a esto, en su mente no había cabida para comprender que aquel personaje estuviese vivo, y mucho menos que estuviese frente a él.

– Ya le he indicado quienes somos, ahora mismo procederé a explicarle la razón por la cual usted está aquí, y porque usted ha sido elegido, pero antes el Sr. Lennon, le contara, brevemen…
– ¡¿Yo?! ¿Pero no que lo harías tú? –. Interrumpe John
– Aghh, está bien, está bien…–. Hace una pausa, camina un poco, y toma asiento.

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