Recuerden comenzar a Leer desde el Capitulo 1 Seccion A.
Muchas Gracias (:

sábado, 6 de marzo de 2010

TERREMOTO REQL!

El Sábado 27 de Febrero aprochimadamente 1 hora y media antes del terremoto... estabamos discutiendo detalles para hacer el capítulo 2... hasta que....

(3:35) EggMan; "...Cann: TIEMBLA

y cagó... y ahora el msn no me funciona... así que a partir del lunes le vamos a dar como caja y vamos a seguir!

Atte.

Nanin

miércoles, 17 de febrero de 2010

Capitulo 1 - C


– Hace más de 2500 años vivió un filósofo y matemático griego, que durante años experimento y estudió el sonido… Este hombre era Pitágoras. De estos estudios, sólo se conoce la “Afinación Pitagórica”, la cual… no funciona a la perfección. Aproximadamente 300 años atrás, hubo un hombre… un hombre que descubrió un documento de los estudios de Pitágoras, uno que hasta ese entonces era desconocido… Su contenido ayudó a este hombre a crear grandes piezas musicales, que han trascendido la historia, este hombre es Johann Sebastian Bach. Luego de Bach, hemos sido varios artistas los que hemos descubierto algunos documentos
.– ¿Y por qué Pitágoras no publico él mismo estos documentos? –. Preguntó incrédulo Alejandro.
– Bueno la razón es muy simple, y a la vez comple…
– Él no tenía el don que tenemos nosotros, y que creemos que tú también tienes –. Interrumpió Lennon seriamente.
– ¿Don?...Esto cada vez se torna más estúpido, y realmente me están asustando… ¿Quiénes son ustedes? ¿Qué quieren de mí? –. Reclama Alejandro muy nervioso.
– Uff… Creo que te equivocaste Beto… este mocoso tiene la cabeza dura –. Indica Lennon molesto.
– John… Entiende que esto no es fácil… Además es muy joven aun. Pero... nunca me he equivocado al encontrarlos… dudo que esta sea la ocasión –. Aclara Beethoven calmadamente.
– Mira Alejandro... Todas las personas nacen con facultades en ciertas cosas... Tú has nacido con un don, un don musical–. Sentenció Lennon.
– ¿Don musical? ¡Ja! ¡Esto sí que parece un chiste! –. Reclamó molesto Alejandro. – ¿Cómo voy a tener un don musical? Si hoy mismo, me he sacado un dos [1] en un examen musical.
– ¿Encuentra que esa nota le correspondía? –. Le pregunta Beethoven.
– No sé... a mí me parecía que lo había hecho bien –. Medita Alejandro.
– Creo que el Sr. Lennon podría explicarle bien el porqué –. Dice Beethoven, depositando la mirada sobre Lennon, el cual apaga el cigarro que tenía entre sus dedos, y se levanta suavemente de su silla y dirige su vista a Alejandro.
– Nuestra organización tiene esparcidos por el mundo a muchos informantes, los cuales a la vez tienen más informantes a su cargo... Todo esto, es para encontrar rápidamente a la gente que nace con este don musical... Aquí en... –. Vacila un momento Lennon. – Aquí en Chile, Sergio Cárcamo es un informante directo y protector del secreto de nuestra existencia... A su vez, él tiene más informantes, uno de esos, es tu profesor de música Fernando Valdebenito–. Termina por decir Lennon.
La luz que radiaba la ampolleta se reflejaba en los redondos lentes de Lennon. Alejandro no sabía qué pensar, de un momento a otro su vida tuvo un impactante cambio, hace unas horas era alguien normal, y ahora era alguien con un don, a quien personajes ya muertos le estaban hablando sobre una organización de la cual no entendía nada.
Luego de guardar silencio bastante rato, y meditar una y otra vez las ideas recientemente adquiridas... Alejandro dirige la mirada a Lennon.
– ¿Qué quieren de mí? –. Pregunta Alejandro, intentando leer la respuesta en la cara de John. Sin embargo, no fue Lennon, si no Beethoven quien respondió ante esta duda.
– Esta explicación es más compleja que la del ‘don’... y claramente menos creíble... Pero de todas formas debo intentar explicarle–. Hace una pausa y continúa. – Desde tiempos remotos, incluso mucho antes de Pitágoras, ha circulado una creencia religiosa, espiritual, y filosófica... La cual proclamaba la existencia de un “más allá”, pero que solo era accesible por aquellos que han nacido con el don musical y lo han desarrollado. Pero esta creencia solo llego hasta el siglo XII D.C [2], dando paso a una nueva doctrina, la cual declaraba la inmortalidad a aquellos que han desarrollado su don musical. Creían en la “Armonía Natural” que entregaba la música al universo, la pasión y la entrega que los artistas depositaban en sus creaciones, eran asimismo parte de esta. Debido a la fuerza que imponía la Iglesia Católica, las sectas creyentes de la Armonía natural, deberían esconderse, y con el tiempo se vio debilitada hasta su casi extinción. Señor Alejandro, creo que con esta explicación puede resolver varias dudas, incluso la del por qué estamos frente a usted–. Finalizó Beethoven, cerrando los ojos y meditando un poco lo recién explicado

Alejandro no creyó nada de esto, le parecía que era una broma o algo así... pero aun así la duda fue sembrada en su cabeza, ante la ya indudable presencia de estas entidades musicales, frente a él.
En ese instante donde la incertidumbre se apoderaba de la mente de Alejandro y las cenizas se desprendían del cigarro que nuevamente se encontraba entre los dedos de Lennon, aparece de entre la oscuridad de la habitación el otro hombre que había perseguido a Alejandro.
– ¡John! ¡Beto! ¡Lo hemos encontrado! –. Dice alegremente una tercera persona que entra a la habitación
– Sr. Burton... ¿no está bromeando verdad? –. Preguntó Beethoven algo nervioso e impresionado.
– ¿Crees que bromearía con algo así? –. Respondió Burton enérgicamente.

Hubo una pausa, en la que Beethoven miró el suelo, meditando sobre qué hacer a continuación... De pronto recordó que aún estaba Alejandro frente a él.
– Señor Alejandro, mañana lo pasaremos a recoger a su casa, empaque una pequeña maleta con algunos efectos personales y si lo desea ropa–. Sentencia Beethoven. En ese instante comienza a sonar la novena sinfonía de Beethoven, y Alejandro comienza a caer en un profundo sueño...

[1] Calificación Chilena, dentro de una escala del 1 al 7. Por lo general la nota mínima es 2.
[2] La iglesia persiguió a todos aquellos que tuviesen una creencia distinta a la Católica.

domingo, 7 de febrero de 2010

Capitulo 1 - B

Era un cuarto oscuro, la luz que desprendía la bombilla, colgada del techo, no alcanzaba a alumbrar toda la habitación. El piso era de madera, estaba lleno de cajas, colillas de cigarro, y justo debajo de la pendulante ampolleta, una mesa y cuatro sillas… Sobre una de estas, yacía un bulto llamado Alejandro. Detrás de Alejandro –que dormía profundamente– entra un hombre pálido, de lentes redondos y melena de un color castaño, bastante alborotada, traía consigo una frazada, y en su boca un cigarro.

El humo del cigarro se trasluce bajo la luz de la ampolleta, el olor invade la oscura habitación y la nariz de Alejandro, que despierta precipitadamente.

– ¡Uff! Pareces un perro de la calle, toma abrígate con esto-. Sentencia con tono burlesco el hombre del cigarro, pasándole la frazada que traía bajo el brazo.

Alejandro medio desconcertado, y aun bajo el efecto del sueño, balbucea unas palabras, y se abriga con la frazada. No entendía nada de lo que había sucedido, no sabía dónde estaba, ni quiénes eran, ni qué es lo que querían.

El hombre de lentes, se sienta sobre una de las sillas –la que está en frente de Alejando–. Su cigarro ya se había acabado, lanza la colilla en un acto repentino, y del bolsillo al interior de su chaqueta saca una cajetilla –blanca y roja, llevaba una inscripción que destacaba “Marlboro” –, la cual deja sobre la mesa.

– De seguro te preguntarás quienes somos–. Sentenció el mismo hombre.
– ¡¡¡¿Qué?!!! ¡¡¡¿Por qué me tienen acá?!!! ¡¡¡AYUDA!! –. Dijo Alejando ya despierto, y cada vez más preocupado y angustiado.
– ¡¡Pareces una Niñita!! –. Hace una pausa... –¡¡¡Beto!!! ¡¡¡Ya Despertó!!! –. Grita fuertemente.

Desde la oscuridad, entra el hombre que había perseguido por las calles a Alejandro… Cabello canoso y alborotado, vestía un traje azul y camisa blanca, la luz se reflejaba en el brillo de sus zapatos. Miraba fijamente a Alejandro, meditaba cada segundo que pasaba y hacía de estos una eternidad.

– El hecho de que le hayamos tenido que raptar, “prácticamente”, se debe a que usted ha sido elegido por una elite de músicos...
– ¿Estás seguro?, a mí me parece bastante feo, ¿no lo crees? –. Dijo el hombre que fumaba, esbozando una sonrisa burlona.
– Ha pasado bastante tiempo… tal vez él sea a quien buscamos
– ¿De qué están hablando? ¿Elegido? ¿Por quién? ¿Quiénes son? –. Replica Alejandro.
– Le diré quienes somos, sin mayor rodeo: Me llamo Ludwig Van Beethoven, y el joven que está fumando frente a usted es John Lennon, creo que lo debe conocer–. Pronuncia suavemente, haciendo un ademán con la mano derecha.

Lo cierto es que Alejandro sí conocía a John Lennon. Su padre –un señor rechoncho de piel trigueña, ojos pardos, y siempre vistiendo un suéter de color azul marino– Era fanático de "Los Cuatro Grande de Liverpool” (The Beatles), por tanto creció viendo las fotos de Paul, Ringo, George, y por supuesto de John. Pese a esto, en su mente no había cabida para comprender que aquel personaje estuviese vivo, y mucho menos que estuviese frente a él.

– Ya le he indicado quienes somos, ahora mismo procederé a explicarle la razón por la cual usted está aquí, y porque usted ha sido elegido, pero antes el Sr. Lennon, le contara, brevemen…
– ¡¿Yo?! ¿Pero no que lo harías tú? –. Interrumpe John
– Aghh, está bien, está bien…–. Hace una pausa, camina un poco, y toma asiento.

Capitulo 1 - A

Caía la lluvia sobre las negras y húmedas calles de la capital y sus alrededores, cuando, de pronto, un caballero calvo, con bigotes y un chaleco, se asoma por la ventana; Le extrañó ver a un joven sin abrigo, ni paraguas que le cubriese, corriendo por la calle… El caballero calvo sin tener mayores preocupaciones que el terminar su taza de té y de ver la televisión, se alejó de la ventana.
El joven en cuestión, se llamaba Alejandro. Un mozalbete de estatura promedio de alguien de 17 años, nariz algo curva, poseía una cabellera corta, pero de un profundo color negro; Vestía de escolar, venía desastrado, y obviamente empapado.
Alejandro corría por las calles y pasajes cercanos a su hogar. Cada segundo deseaba más atravesar esa reja blanca que le aguardaba a las fuera de su casa, donde encontraría la seguridad… seguridad que en ese momento no le acompañaba.
Ya hace media hora se había percatado de la presencia de alguien que le seguía los pasos… primero pensó en que estaba algo paranoico, pero cuando ya no fue solo una persona si no 2 las que sentía tras sus espaldas, sin pensarlo dos veces se emprendió en una larga carrera, donde perdió su paraguas y su mochila.

El agua acumulada sobre el asfalto saltaba y gritaba cada vez que Alejandro imponía su pie sobre esta. Cada vez sentía mas cerca a sus perseguidores… En una esquina, ya a tan solo una cuadra de su casa, un Volkswagen amarillo frena fuertemente a unos cuantos metros de él, generando un impacto en el ya alterado estado en que se hallaba Alejandro, provocando, por consecuencia, que este se detuviese. En ese instante repentinamente detrás de él una mano gruesa, de largos dedos, y con numerosos pelos en cada uno de estos, se apoya sobre su hombro. Era un hombre robusto algo bajo, pero más alto que Alejandro, de cabellera alborotada y una mirada furibunda que se posaba sobre el joven.

Perdona, pero debes acompañarnos-. Dice con voz jadeante y profunda.
¡¿Qué?!-. Grita con una mueca de horror en su cara. En ese momento llega el otro sujeto, un hombre alto delgado y con teléfono movil en sus manos.
Comienza a reproducirse una pieza musical, con tal elegancia y precisión que cualquiera alabaría tal obra de arte, mas aun cuando aquel que le escuchaba, en este caso Alejandro, caía rendido ante su encanto, profundamente dormido… Era la novena sinfonía de Beethoven…